Sobre los payeses y los manchegos y Umbral y Plà…

Es propio de la literatura y del articulismo catalán hablar de los payeses, en definitiva, los agricultores de dicha región, pero poco se habla de los manchegos o castellanos.

Es más, en el caso de los primeros, no lo critico, es como una definición de la esencia de la región con sus grandes valores, pero en el caso de los castellanos o de los manchegos, es como si tuviese un matiz de algo anticuado. De alguna manera, para muchos, el concepto de payés, es algo de orgullo y de valor, el concepto de agricultor manchego o castellano, da un frío de anticuado, de complejo de inferioridad, de deseo de superar o de deseo de olvidar… No somos agradecidos con nosotros y con nuestra historia y con generaciones de antecedentes y antecesores y ancestros…

Pero seamos sinceros con nosotros mismos, tanto un agricultor murciano, catalán, valenciano, vasco, castellano, manchego, andaluz es el producto y derivación de cientos de generaciones, de miles de generaciones que se han ido heredando y comprando y vendiendo tierras y casas de pueblo. Es como una línea que ha continuado pasando por la gran sinfonía de la historia, que se presenta y representa como relatos de culturas, pueblos moviéndose, de conquistas a espadas y a caballo. Desde que en el neolítico cuando los humanos se instalaron en lugares concretos y fijos, sea debido a la protoganadería o a la protoagricultura, existen payeses catalanes y campesinos castellanos, en todo el planeta, con miles de nombres según tiempos y culturas y épocas…

En muchos sentidos, todavía, todos los de esta plaza de toros de Celtiberia, casi la mayoría de sus padres o sus abuelos o sus bisabuelos o algunos de ellos, eran agricultores, vivieron una gran parte del tiempo y de su espacio, viviendo y existiendo y criando sus familias, labrando las tierras o las ganaderías o ambas cosas, o a la vez. Esta es lo real de la realidad. Muchos se sienten inferiores por ello y no lo indican o no lo dicen. Pero esta es la real realidad. Mis abuelos, los cuatro eran agricultores. Mis padres de jóvenes también. Mis padres de adultos no…. Yo, tampoco o yo no –yo apenas sé nada del campo y de la agricultura-. En dos o tres generaciones se ha pasado de saber todo sobre el campo a no saber nada, como es mi caso, y, el de millones…

La realidad es que el siglo veinte se produjo la gran migración del campo a la ciudad, desde unas zonas regionales de Europa a otras, de la Península Ibérica a otras. No sería lo que hoy somos, sin esos movimientos. No saben ustedes lo que eso ha costado a millones de personas. De pasar del campo y su pozo, incluso sus caballerías, tuviese muchas o pocas, a estar detrás de una mesa, estar en el sector servicios o estar en el sector administración. Ese paso o ese éxodo desde el campo a la ciudad. Muchos olvidan que sus abuelos o padres nacieron en Murcia, en Jaén, en la Coruña, en León o en Toledo y sus piernas y brazos y cabeza, su destino les arrastró a alguna otra región de esta Piel de Toro. Pocos quieren recordar eso. Pocos desean recordar que sin esos ojos, no habrían montado toda la industria. Pocos son agradecidos, y se dicen, que el pueblo unido jamás será vencido…

Seguimos alimentándonos de pan y pollos y cerdo y vaca y tomates. Todo eso, y, decenas de productos se crían en los campos. En los campos del mundo entero, en los campos también de Castilla y en los campos de Castilla-Mancha. Todo eso y más cosas. Es importante los que fabrican vehículos, los que dirigen pleitos, los que nos proporcionan enseñanza, los que nos curan los huesos rotos por el tiempo o las artritis, los que nos dirigen las sociedades, y, los miles de oficios-profesiones existentes. Pero deberíamos ser más agradecidos con los que plantan árboles y recogen cosechas. Porque sin ellos y sin ellas usted hoy no degustaría su menú de trigo fermentado formando capas de trocitos de nieve sobre la leche blanca de vaca…

Usted no degustaría ese queso que tanto placer le produce, ni ese vasito de vino, de la cosecha de 1980 con la que quiere que su corazón bese a otro esa tarde-noche, ahora se diría tardear-anochecer o anochecear, me admiten el neologismo.

Supongo que el maestro Umbral del articulismo sonreiría –por cierto, dice Villena en un podcast, que F. Umbral estuvo dos años en el lugar donde nació, en Madrid, no es que tenga mucha importancia, pero sería un dato que habría que precisar, porque creo que si fuese cierto, no solo que se fuese unos cuatro o cinco años a Laguna de Duero, con una nodriza, si fuese cierto, comprenderíamos mejor el dolor que llevaba dentro, y, de alguna manera, tendríamos que comprender y tener más misericordia de este ser humano, y darnos cuenta, que es un caso claro y ejemplo evidente, de que la literatura, también cura, ¿qué habría sido Umbral si no hubiese escrito, no se hubiese escrito…?-.

Todo esto porque en el espejo de la historia me he dado de bruces con un artículo del genial Josep Plà, titulado: Los payeses otra vez, publicado en Destino, el 21 mayo de 1960. Los articulistas de hoy, no son y no somos nada, sin los precedentes, no somos nada sin Unamuno, Ortega, D´Ors, Plà, Cunqueiro, Pemán, Alcántara, Camba, Umbral, A. Burgos y otras docenas –bien harían los poderes culturales, que de todos se hiciese algo semejante como se ha realizado con el Archivo Digital de Plà-.


Jesús Millán Muñoz – http://www.facebook.com/cuadernossoliloquiosjmm  © jmm caminero (18 mayo-09 junio 2024 cr)



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